Por Jorge Sáinz de Baranda
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A punto de finalizar el año me avisa mi amigo Miguel Perez-Marsá, uno de los profesionales más equilibrados que conozco -y piensen que son características que no siempre coinciden-, de la publicación de una norma que nos convierte a los abogados y asesores fiscales en “confidentes obligados” de la AEAT.
Lo que no me había avisado era de su título rimbombante, “Ley sobre el intercambio automático y obligatorio de información en el ámbito de la fiscalidad en relación con los mecanismos transfronterizos sujetos a comunicación de información” que, a pesar que parezca salida de un tebeo de Mortadelo y Filemón, consta de un único artículo, dirigido a obligar a los asesores a denunciar ante la Agencia Tributaria a sus clientes que quieran sacar dinero de España aunque sea por motivos perfectamente legales y válidos.
La norma establece que los abogados y asesores que no informen a Hacienda de los movimientos entre países de sus clientes, que presenten declaraciones sobre éstos con datos incompletos o inexactos, o que debiendo presentar las declaraciones por medios telemáticos tengan la osadía de presentarlas por otros medios distintos, serán multados por esos “nefandos” comportamientos, aun cuando detrás de ellos no exista defraudación o efecto fiscal contrario a los intereses de la Hacienda Pública.
En todo caso, la norma presupone, sin necesidad de prueba, que cualquier planificación por la que se deposite dinero o bienes fuera de España es un «mecanismo de planificación fiscal agresiva» aunque no sea defraudatoria o elusiva de impuestos. Ahí es nada.
A su vez, se cargan de un plumazo -y nunca mejor dicho- el secreto profesional que nos ampara con nuestros clientes con el simple argumento de «evitar un uso injustificado y desproporcionado que sirva para sortear la obligación de informar sobre estas prácticas».
De esta forma, dejan de estar amparados por ese secreto los profesionales que diseñan o gestionan para sus clientes planificaciones fiscales que afecten a varios países y a movimientos de capitales entre ellos, quedando fuera solo aquellos que se limiten a lo que la norma llama un asesoramiento “neutral”, es decir, conocer la normativa aplicable, sin procurar ni facilitar la implantación de una correcta planificación fiscal. En román paladino, solo quedan fuera de sanción los que sean “simples amanuenses de la norma”, que no expresen opinión alguna sobre su contenido.
La consecuencia del incumplimiento de esta obligación de “hacer de soplón” es una multa que, partiendo de 2.000 euros por cada dato del que no se haya informado o incluido en la declaración, podría llegar al importe de los honorarios percibidos.
Con ello, y por imperio de la norma, los abogados y asesores nos convertimos en el “brazo de la Ley”, pero en el brazo tonto -como si de Torrente se tratara-, ya que debemos trabajar para la Administración por cualquier operación de nuestros clientes que implique salidas de fondos al extranjero, pero sin tener a cambio ni un horario de 8 a 3, ni “moscosos” ni la posibilidad de cobrar de la “ubre” pública. Debemos denunciar operaciones que, sin ser siquiera dudosas y que han sido comunicadas en las declaraciones previstas a tal efecto, podrían -o debían- haber sido comprobadas por la propia Administración Tributaria y con sus propios medios.
La justificación para una norma así, según esa misma Administración, está en que «en una situación de emergencia como la provocada por la pandemia es muy necesario avanzar en medidas que hacen al sistema fiscal más justo”, al más puro estilo de equiparación de culos y témporas.
No sé si Uds. se acordarán -ahora los asesores seguro que sí- de la magnífica película protagonizada por Robert de Niro, “El cabo del miedo” (Martin Scorsese, 1991), en las que el protagonista, Max Cady, culpando a su asesor por su condena, termina persiguiéndole de forma obsesiva con la famosa frase de «Abogadooo, abogadoooo, ¿estás ahí? Abogadooo, sal ratita, que quiero verte la colitaa…»
Como ven, empezamos el año con medidas tributarias que, con estas previsiones, seguro que solo pueden mejorar, y que yo seguiré contándoselas con puntualidad. Feliz año nuevo!
Artículo original publicado en el diario digital mallorcadiario.com