Por Jorge Sáinz de Baranda
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Decía nuestro Ingenioso Hidalgo en un capítulo del Quijote que «De gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben, y uno de los pecados que más a Dios ofende es la ingratitud»; afirmación que no es otra cosa que la transposición de la cita tan habitual de nuestros mayores de «es de bien nacidos ser agradecidos».
Y yo, que gracias a mi madre me considero muy bien nacido y nada ingrato, no puedo por menos que dedicar este artículo a agradecer a la Administración Tributaria -que no es lo mismo ni se parece en nada a mi madre, deo gratias– una de sus últimas actuaciones estelares.
En el BOE del pasado 15 de noviembre de 2022 se publicó una Resolución conjunta de la Intervención General del Estado y de la Dirección General de la AEAT (haz clic aquí para leer en pdf) -un nuevo éxito del Dúo Dinámico tributario- en la que acuerdan, con un arrojo digno de encomio, la anulación y baja en contabilidad de todas aquellas liquidaciones de las que resulte una deuda pendiente de recaudar por importe inferior a… ¡¡¡chan tata chan!!!!… ¡TRES EUROS!! -como ves, querida, la emoción me hace saltar las lágrimas… y las mayúsculas-.
Así, sin anestesia ni nada, se va a proceder a dar de baja todas las liquidaciones practicadas por la AEAT de las que resulte, a partir de 1 de junio de 2022, una deuda por un importe inferior a tres euros; todas las liquidaciones en periodo ejecutivo de las que resulte una deuda pendiente de recaudar por idéntico importe; y también todas aquellas liquidaciones practicadas por Organismos Autónomos cuya gestión recaudatoria en período ejecutivo corresponda a la Agencia Tributaria, como son, por ejemplo, el Servicio Público de Empleo Estatal, el Instituto Nacional de Estadística, el Fondo de Garantía Salarial o el Instituto de Seguridad e Higiene en el Trabajo.
¿Y cuál es la razón para tan magnánima decisión? Pues, ni cortos ni perezosos, los autores lo explican en la propia norma con toda claridad: se trata de deudas de escasa cuantía respecto de las que no se va a continuar la gestión recaudatoria por motivos estrictamente económicos.
Es decir, dado que estas deudas resultan de cuantía insuficiente para la cobertura del coste que representa su recaudación, y ello supone un “nulo provecho para la Hacienda Pública o para el cumplimiento de los fines encomendados a la Administración Pública”, es mas económico anularlas que imprimir el papel en el que se recogen.
En la realidad, en estos supuestos los costes asociados a la recaudación son superiores a los recursos que potencialmente pudieran derivarse de seguir con el procedimiento, por lo que es preferible desecharlas y anularlas que continuar.
¿Y con ello va a perder mucho Hacienda en su recaudación? Pues va a ser que no… Muy al contrario, los ingresos de la Agencia Tributaria arrojaban un incremento en mayo, cuando se diseña la osada medida, de un 19% más en comparación con mayo del año anterior.
Las razones para este impactante incremento en momentos de salida de una crisis por pandemia, guerras, etc., son dos -y no paro de repetírselas-: constantes subidas de impuestos, tanto por vía directa como por vía indirecta, y el efecto de la inflación.
No podemos engañarnos, y menos dejarnos engañar. La subida del IPC, que cerró 2021 en el 6,5%, es uno de los principales motivos de una mayor recaudación por parte de la Agencia Tributaria. Y como muestra un botón -o un botín, que me dice el corrector-: cada contribuyente en España ha pagado de media en el IRPF de este año 100 euros más que en el ejercicio anterior, lo que en la realidad supone un ingreso directo de más de dos mil millones de euros -¿vuelvo a las mayúsculas?-.
Y con estos números y atributos, claro está, se pueden permitir la eliminación de las liquidaciones de menos de tres euros, cuyo efecto en términos cuantitativos no superará, a buen seguro, un par de millones de euros… ¿«Qué es una raya pa´ un tigre» que dice mi amigo el Nano?
Les puedo asegurar que el anuncio de una medida así -que también afecta a los autónomos y pequeños empresarios cuyos impuestos resultan una pesada losa al abrir el negocio cada mes-, o es una broma de mal gusto, o quien la promociona no vive en el mundo real… salvo que sea mi admirada Raffaella Carrà, cuando cantaba allá por los 80 «mama dame 100 pesetas, porque a América me voy…».
Artículo original publicado en el diario digital mallorcadiario.com . Léelo directamente en mallorcadiario a través de este enlace